¡Hola! Hoy le he pedido a mi amiga Rosa Delia, que nos contara algo que muchos de vosotros ya conocéis pero otros no, es una de las historias más bonitas que yo he leído en Twitter, el día que le pasó, yo estaba haciendo cosas por ahí, era Viernes porque entre otras, tuve que hacer la compra. Bueno, no os aburro más y disfrutad de esta historia. Ah! y recordad que los sueños sí se cumplen ;-)...
Una nunca se imagina que las cosas van a pasar, y mucho menos las cosas que te gustaría que pasaran. Por eso, guardaré siempre en mi memoria y en mi corazón lo que pasó el ocho de julio de dos mil once. Si me hubieran dicho que ese día iba a conocer a Ana Milán, directamente no me lo hubiera creído, pero pasó y así os lo cuento…
Estaba de vacaciones, pero esa semana lo estaba pasando realmente mal, ya que estaba enferma. Varios tuits de Ana preguntándome cómo estaba y en qué andaba no me habían hecho sospechar nada, pero ese día a mi Timeline llegaban preguntas raras del tipo… ¿Cuál es tu dirección?, ¿Cuál es la dirección de tu trabajo?, ¿Qué días trabajas?, etc. Aún así, tampoco sospeché nada. (Ahora lo pienso y me río de lo inocente que puedo llegar a ser). Ya por la tarde, alguien me pidió si le podía hacer un favor importante. Yo como soy buena gente le dije que sí, sin pensármelo. Bueno, antes le dije que si era de dinero no, jajaja. El favor consistía en que un amigo suyo llamado “Amador” inauguraba una exposición de arte en Las Palmas, y como esa persona no iba a poder asistir, él le había guardado un catálogo de la exposición y yo lo recogería allí. (Aún tengo guardado el trocito de papel donde apunté el nombre del artista y la dirección del sitio, jajaja). Tenía que estar en la exposición a las 20:30 de la tarde, y sólo sería entrar, preguntar por “Amador” y él ya me tendría preparado el catálogo. Lo que viene siendo un entrar y salir rapidito (como ha sonado eso de mal, bueno sigo). Eran las 19:00 de la tarde, así que empecé a prepararme como las locas. Salí de casa a las 20:15 y en un momento estaba allí.
Al entrar había una chica de seguridad, le pregunté dónde era la exposición y entré. Al entrar lo primero que pensé fue… -“Menos mal Rosa Delia que te preparaste como Dios manda” (Yo soy muy de vaqueros y sandalias), porque el sitio estaba lleno de gente y todos me miraban. No sabía donde meterme. Empecé a preguntar a la gente si conocían a “Amador”, y nadie sabía decirme. Imaginaos el panorama… -“Perdone, ¿conoce a Amador?”, -“¿Conoce a Amador?”, -“Disculpe, ¿sabe quién es Amador?”. Y así estuve hasta que llegué a la sala del fondo y, justo antes de entrar, me paré en la entrada, miré al fondo y allí estaba ella: ANA MILÁN. Me quedé como bloqueada o congelada, como si se hubiera parado el tiempo, y no sé si abrí la boca de la sorpresa (prefiero no pensarlo). Sólo me di cuenta de que ella sí que se había fijado en mí. Mi super reacción en ese momento fue irme corriendo en dirección contraria, pero a medio camino me paré (la razón pudo más que la vergüenza) y al darme la vuelta ya venía ella hacia mí. No recuerdo las palabras que me dijo en ese momento (nunca me lo perdonaré), sólo que nos abrazamos y le dije en un momento friki a la par que patético: -“Ay, que lloro. Bueno, no, que yo no lloro por estas cosas”. Y ella me dijo: -“Ay no, que eso es muy vulgar”. En ese momento solté una carcajada y empecé a creérmelo. Nos apartamos un poco de la gente y empezamos a hablar. Al poquito me preguntó si llevaba cámara de fotos, pero como no imaginaba lo que iba a pasar no la llevaba, así que ella sacó su iPhone de lunares blancos monísimo y nos hicimos unas cuantas (las mujeres nunca estamos conformes con la primera foto). Y en ese momento apareció su peque. Fue un placer conocerle a él también. Muy guapo.
Ana Milán y Rosa Delia. Foto: el iPhone de Ana Milán |
Seguimos andando, Ana me acompañó a la salida, ya que había quedado y tenía prisa, pero siempre recordaré lo que me dijo: -“Me tengo que ir, sólo estaba esperando que llegaras. ES QUE QUERÍA CONOCERTE”. Seguimos hablando un poco de todo, de cómo prepararon la sorpresa, de todo el misterio que se trajeron entre manos ella y su cómplice (alguien a quién siempre estaré agradecida), de todo el cambio de planes que tuvieron que hacer para que todo saliera bien y de más cositas que me reservo para mí. Pero fue una conversación
de lo más normal, como con cualquier persona. Yo, ya os imaginaréis, manteniendo el tipo, pero flipando. Además, ella me hablaba y me miraba y yo, por timidez, de vez en cuando bajaba la mirada, pero me obligaba a mi misma a mantenerla, por educación y porque era ella. Pero acabé riéndome a carcajadas. (Si creéis que es graciosa cuando actúa o aparece en televisión, en persona aún lo es más, tiene una forma de hablar y de reír que te contagia la alegría y la risa). Y ya nos empezamos a despedir. Nos dimos como 4 abrazos entre frases de despedida. Fue el típico momento en que te abrazas, al soltarte dices alguna frase de despedida o inicias de nuevo la conversación y de nuevo, abrazo. Pues así hasta 4 veces. Ella me dijo que le encantó conocerme, me dio las gracias por los vídeos que le había hecho y por todo, y yo, lógicamente, le di las gracias por la sorpresa que me había preparado. No me lo esperaba para nada. Mucha gente después de ésto me ha dicho: -“¡Qué bien, has cumplido el sueño de tu vida!”. Y yo los he corregido y les he dicho que no, que no era el sueño de mi vida, porque ni siquiera lo veía como un sueño.
Conocer a Ana era algo que estaba ahí, pero que lo veía tan difícil viviendo en Gran Canaria que nunca me había hecho ilusiones. Lo que sí les decía es que ha sido LA MAYOR SORPRESA DE MI VIDA. Porque ha sido una verdadera sorpresa. Porque me tragué toda la historia que inventaron de principio a fin, algo que hizo que fuera más increíble aún. Y que alguien como ella se haya pasado todo un día organizando algo así, para mí es muy grande. Y ya nos mandamos un beso volado en la distancia y me fui.
Recuerdo que ese día, cuando iba de camino a la exposición, me di cuenta de que no me había puesto perfume, y siempre he odiado salir a la calle sin ponerme perfume, es una manía que tengo. Pero de regreso a mi casa me alegré de no habérmelo puesto porque estuve toda la noche oliendo a su perfume.
Días después, ese alguien y cómplice de Ana en la sorpresa, me contó cómo lo prepararon todo. Os sorprenderíais de cómo se lo montaron, ¡pero esa ya es OTRA HISTORIA!